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Los cuatro nos dirigíamos a Andorra en la fragoneta cuando un banco de niebla casi nos hace chocar contra una manada de jabalíes salvajes con grandes colmillos y los ojos inyectados en sangre. Mientras pasábamos por su lado (acojonados, todo hay que decirlo) recuerdo cómo uno de ellos me miró a los ojos y, moviendo su hocico cual humano reencarnado, me susurró:

- Hola Alvarote, cuidado con la niebla, conduce con precaución.

Y llegamos a Andorra donde nos quedamos sin servicio en los teléfonos. Subimos entonces a Pas de La Casa, donde aparcamos la fragoneta y, tras descargar los trastos en el hotel, cenamos en un pub donde hacían pizzas. Tomamos unas cervezas en otro pub a 3 euros y medio el vaso y, acojonados, nos fuimos a dormir.

- Vaya mierda de habitación!!! - Exclamamos todos al unísono cuando cruzamos el umbral de la puerta. Es los que cabía esperar por 18 pavos la noche.

Y llegó el primer contacto con la fría nieve. Tras pagar los forfaits (unos más caros que otros, jejeje) nos subimos al telesilla con el moquillo colgando por el frío. En la silla de delante el Jota y el Ricky. En la de detrás el Juanjo y yo. Nada más tocar la nieve con sus esquíes, el Ricky dió con sus huesos en el suelo (lógico ya que era la primera vez que el susodicho se calzaba unos esquíes). Y justo después, llegamos Juanjo y yo. Éste se aparta a un lado para no topar con Ricky pero yo, por mucho que lo intento, no consigo apartarme de su accidentada trayectoria y, tras golpearle en la rabadilla con la punta de mi tabla, decido saltar encima suyo ya que veo que los daños causados por el primer golpe no son suficientes para saciar mi apetito homicida. El salto provoca una reacción en mi masa corporal directamente proporcional al cuadrado de mi peso por el de la Tierra e indirecamente proporcional al cuadrado de la distancia del salto que pegué, con lo que me ví proyectado hacia las cervicales del Ricky. Resultado: Ricky caminando con los esquíes al hombro hasta el gabinete médico y, tras dos radiografías y unos tocamientos, todo terminó con un esguince cervical y un hematoma en la rabadilla.

Me se escapó vivo, lo siento. Un tandaun de nieve es complicado de conseguir.

 

El caso es que me encargué personalmente de que el Ricky no esquiase en esta excursión. Y eso me lo deberían agradecer el resto de mortales que disfrutaban ajenos al peligro del que les acababa de salvar.

El resto de la semana lo pasamos esquiando el Jota, Juanjo y yo, mientras Ricky se dedicaba a comprar todo tipo de navajas, linternas, complementos de moda,....

Y así transcurrió la semana hasta que el viernes decidimos recoger los bártulos y regresar a casa con nuestras agujetas y moratones unos, y con las compras otros.