Intermón Oxfam ha denunciado a través de la undécima edición de su informe 'La realidad de la ayuda' que España está descuidando sus compromisos de ayuda con países subsaharianos como Etiopía, Camerún o Uganda a favor de Iraq, todo por mor de un compromiso político y económico adquirido de manera inmoral, en forma de "ataque preventivo" con Estados Unidos. Esta noticia se ve agravada si tenemos en cuenta que los países citados han contribuido con recursos a nuestro país por casi 20 millones de euros entre 2001 y 2002, y que reembolsaron 23,5 millones en concepto de devolución de créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo), seis veces más que lo que han recibido en donaciones (3,6 millones).
Tal y como se cita en El Mundo, en el caso de Etiopía, en que tres de cada cuatro habitantes sobreviven con menos de dos dólares al día, su Gobierno abonó tres millones y medio de euros a España como pago de la deuda entre 2001 y 2002. En ese mismo periodo, seis millones de etíopes tuvieron que recibir ayuda alimentaria por las sucesivas sequías y el conflicto con Eritrea. Camerún devolvió a España durante ese periodo 12 millones de euros.
Según la ONG, el presidente del Gobierno, José María Aznar, se comprometió hace tres años a duplicar la ayuda a África subsahariana, pero la realidad es bien distinta: "España destina un 54% menos de lo previsto en el Plan Director de la Cooperación", indica el informe. En cambio, han aumentado los fondos destinados Afganistán, Pakistán o Irak, que figuran entre los principales receptores de ayuda en 2002 y 2003.
Según señala la organización, en general, "sólo atienden las emergencias cuando van acompañadas de intereses estratégicos y de presencia en los medios de comunicación".
Todo esto con el famoso superávit en los presupuestos del Estado de fondo, cuyos resultados no me parecen reprochables en absoluto; es más, son encomiables desde el punto de vista de la gestión, pero "cantan" un poco cuando nos encontramos con noticias de este tipo, y cuando existen tantas deficiencias en todos los órdenes sociales de relevancia (vivienda, justicia, sanidad...).
La comunicación de los resultados de las elecciones en televisión volvió a ser un espectáculo esperpéntico, para variar. Primero el alboroto en Tele5, Localia y demás secuaces, cuando parecía que el PSOE iba por encima en votos. Localia rozó el absurdo con datos premonitorios totalmente sesgados y manifestaciones de júbilo lamentables. Me pasé a La Primera para ver una película, y me la interrumpieron durante media hora al menos para mostrar a los españoles el alborozo de la calle Génova, con saltitos, renovación de ego y espectáculo igualmente enriquecedor que en el otro caso. Sólo eché de menos a Urdaci soltando algún mensaje a toda velocidad con cara de circunstancias; pero no, estaba exultante.
Eché mano del mando de nuevo para regresar a Tele5, por curiosidad, y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que allí no parecía pasar nada. Habían plantado un socorrido Gran Hermano para digerir las circunstancias. No quise mirar en otros canales, más que nada por salud mental, así que dejé la película, apagué la televisión y me fui a leer a Cervantes, que me da más calorías, como diría Battiato.
El otro día salieron en todos los telediarios un montón personas obesas, porque resulta que su número se está disparando en los países desarrollados, sobre todo en EEUU. Se habla de sedentarismo, de alimentos repletos de grasas de todo tipo, comida rápida, opulencia... Se calcula que ya hay más de 1.000 millones de obesos, por diversas causas, en todo el mundo.
De los casi 6.200 millones de personas que habitan la Tierra, aproximadamente 2.800 millones son pobres de solemnidad (viven con menos de dos dólares al día) y 1.200 millones padecen una terrible miseria (menos de un dólar al día). 24.000 niños mueren a diario por desnutrición.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en esta cuestión más odiosa es la simple realidad.
Hace poco tuvimos en Madrid de uno de esos "días sin coches" tan de moda en los últimos años. Después de escuchar las opiniones pertinentes al respecto, de políticos, ciudadanos varios y de los conductores que no se enteraron del asunto, no se quisieron enterar o bien no tenían otra opción (y hubo urgencias), uno se pregunta quién será el lumbreras que anda detrás de tamañas mamarrachadas.
Pongámonos en situación: Madrid, un domingo. Al alcalde no se le ha ocurrido nada mejor que cortar las principales arterias de la ciudad para fomentar el uso del transporte público. Esto en sí, y para empezar, es de una estupidez sobresaliente, puesto que Madrid no es precisamente una ciudad que pueda presumir en ningún sentido de un transporte público eficiente. Es más, seguramente estará en la cola de Europa acompañada de los de siempre. Coches en doble fila por toda la ciudad, atascos constantes, autobuses con retrasos monumentales, nadie respeta absolutamente nada; metro colapsado y frecuentemente estropeado, obras y zanjas de todas dimensiones... Además, se aprovecha para sacar a los críos por la Castellana en bicicleta, como si en Madrid alguien fuera capaz de usar tal vehículo fuera de su urbanización. Ni siquiera en la Casa de Campo se puede hacer con seguridad.
Ahora démonos un paseo por Ámsterdam o Estocolmo, por ejemplo. No es que ninguna de ellas sea tan grande como Madrid, es cierto, pero también nos daremos cuenta al instante de que el servicio público del transporte urbano dista bastante de lo que hay por estos lares. No sólo eso. Basta con pasarse por la Centraal Station de Amsterdam para darse cuenta de que, a nivel individual, la gente también se mueve de manera distinta: en bicicleta. Hay un número de bicicletas descomunal ¿Por qué? Porque hay un trazado extensísimo de carriles bici, porque los conductores los respetan y porque, en general, la gente es bastante más cívica que aquí en ese sentido. No se contamina, se hace ejercicio, se disfruta y además se fomentan las zonas peatonales, entre otras cosas.
Resumiendo: uno contempla estas tonterías que se nos montan los políticos de aquí, para justificar no sé qué presupuesto o demagógica iniciativa, y se pregunta hasta qué nivel de absurdo vamos a llegar al año siguiente.
En mi casa vivimos de la prensa rosa,
tratamos de sacar partido a cualquier cosa;
liamos a mi hermana con algún famoso
y luego le acusamos de ser un mal esposo.
Mi hermano es fotógrafo y hace el reportaje,
mi primo es abogado y luce bien su traje;
mis padres, dos actores, humedecen sus ojos,
y los índices de audiencia se mueven a su antojo.
Nos llaman por teléfono de todas las cadenas.
Lloramos, discutimos y vendemos nuestras penas;
escándalos, divorcios, cornamentas y acosos;
posados en la playa, y actos indecorosos.
He vendido un desnudo en mi yate este verano
haciendo ciertas cosillas con la mujer de mi hermano;
ella a su vez lo ha vendido, ocupando las portadas.
Mi hermano finge sorpresa y ha vendido la pillada.
Me financié la liposucción
con una aparición
en Clónicas Murcianas.
Quiero comprarme una mesa,
a ver qué me dan mañana
en Tardes con Teresa.
Somos colaboradores de todos los canales,
unos por causas civiles,
otros por causas penales.
Somos una familia y tenemos mucha vista
acaparando las portadas de cualquier revista.
Mi hermana era feúcha
hasta que llenó la hucha;
ahora luce y gana tela
desfilando en pasarelas.
Era menos que una chica mona,
pero juntó unas pesetas,
las invirtió en silicona
y ahora luce buenas tetas.
Y cuando el circo parece terminado,
sacamos algo nuevo de la manga:
un hijo ilegítimo, un hermano maltratado
o un par de fotos en tanga.
Y en Navidad nos juntamos todos ricos,
comemos pavo felices. La prensa no entiende nada.
Repartimos los regalos y cantamos villancicos
preparando los detalles de la nueva temporada.
No es que uno sea una lumbrera en temas políticos y, menos aún, económicos, pero quizá porque tampoco me gusta que me tomen el pelo con impunidad lacerante, he recibido con especial interés la protesta que Gerhard Schröeder hizo ayer en referencia a la tan manida crisis germana y sus dificultades para mantener el Pacto de Estabilidad. Esta llamada de atención, a mi juicio totalmente legítima, me gratifica especialmente sumido como me parece estar dentro de una vorágine de noticias calcadas en los telediarios anunciando, día sí y día también, que España va bien, que crecemos más que Europa y que creamos la leche de empleos por segundo. Todo controlado. Hasta nos sobra dinero para comprar no una, sino varias viviendas.
Quizá por sentir que nos toman el pelo con una demagogia tan simple como efectista y que nadie parece darse por aludido, está bien que Schröeder nos dé a todos un toque de atención al respecto, para aquellos que quieran entender... que esa es otra.
Resulta vergonzoso que un país como el nuestro, cuya historia democrática es ridícula comparada con la de Alemania, intente sacar pecho en cuanto tiene la menor oportunidad, y lo que es peor, que pretenda posicionarse como adalid del progreso ante sus ciudadanos en comparación con naciones que le sacan bastante ventaja en términos de progreso económico, político y social. Somos así, qué le vamos a hacer. Da la impresión de que nuestros gobernantes son como esos niños mezquinos a los que un día alguien les dice que han hecho algo bien y presumen airadamente delante de toda la clase, como si la clase no supiera que en realidad el tipo en cuestión es tonto del culo y que las virtudes de las que presume, tienen la consistencia del papel de fumar.
Resulta que todos los días crecemos más que el resto de Europa, pero también resulta que ese tipo de alegrías retóricas son tan capciosas como ruines, y que sólo tratan de enmascarar una realidad bien distinta. Supongo que, en el fondo, de eso se trata la política.
Que crezcamos más que Europa no deja de ser lógico si tenemos en cuenta que seguimos estando a la cola del continente en numerosos aspectos, y que siempre que se hace una relación de países europeos agrupados en términos de virtudes sigue saliendo España alineada por el final con Portugal y Grecia. Así que no nos engañemos. Si Alemania, Francia e Inglaterra están sufragando nuestra ascensión hacia la media europea (el 1% de nuestro PIB viene directamente de Bruselas, por la jeta) y la situación económica no es especialmente boyante en estos momentos para las verdaderas locomotoras mundiales, es lógico que crezcamos más que el resto de Europa, sobre todo si las cosas no nos van mal, nos lo montamos bien en la actualidad o lo que sea, pero no nos vendan humo que, después de todo, seguimos ascendiendo desde la cola.
A mí, por lo menos, me molesta que me tomen por el imbécil del crío ese.
Intermón Oxfam ha denunciado a través de la undécima edición de su informe 'La realidad de la ayuda' que España está descuidando sus compromisos de ayuda con países subsaharianos como Etiopía, Camerún o Uganda a favor de Iraq, todo por mor de un compromiso político y económico adquirido de manera inmoral, en forma de "ataque preventivo" con Estados Unidos. Esta noticia se ve agravada si tenemos en cuenta que los países citados han contribuido con recursos a nuestro país por casi 20 millones de euros entre 2001 y 2002, y que reembolsaron 23,5 millones en concepto de devolución de créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo), seis veces más que lo que han recibido en donaciones (3,6 millones).
La comunicación de los resultados de las elecciones en televisión volvió a ser un espectáculo esperpéntico, para variar. Primero el alboroto en Tele5, Localia y demás secuaces, cuando parecía que el PSOE iba por encima en votos. Localia rozó el absurdo con datos premonitorios totalmente sesgados y manifestaciones de júbilo lamentables. Me pasé a La Primera para ver una película, y me la interrumpieron durante media hora al menos para mostrar a los españoles el alborozo de la calle Génova, con saltitos, renovación de ego y espectáculo igualmente enriquecedor que en el otro caso. Sólo eché de menos a Urdaci soltando algún mensaje a toda velocidad con cara de circunstancias; pero no, estaba exultante.
El otro día salieron en todos los telediarios un montón personas obesas, porque resulta que su número se está disparando en los países desarrollados, sobre todo en 
Hace poco tuvimos en Madrid de uno de esos "días sin coches" tan de moda en los últimos años. Después de escuchar las opiniones pertinentes al respecto, de políticos, ciudadanos varios y de los conductores que no se enteraron del asunto, no se quisieron enterar o bien no tenían otra opción (y hubo urgencias), uno se pregunta quién será el lumbreras que anda detrás de tamañas mamarrachadas.
No es que uno sea una lumbrera en temas políticos y, menos aún, económicos, pero quizá porque tampoco me gusta que me tomen el pelo con impunidad lacerante, he recibido con especial interés la protesta que Gerhard Schröeder hizo ayer en referencia a la tan manida crisis germana y sus dificultades para mantener el Pacto de Estabilidad. Esta llamada de atención, a mi juicio totalmente legítima, me gratifica especialmente sumido como me parece estar dentro de una vorágine de noticias calcadas en los telediarios anunciando, día sí y día también, que España va bien, que crecemos más que Europa y que creamos la leche de empleos por segundo. Todo controlado. Hasta nos sobra dinero para comprar no una, sino varias viviendas.
Quizá por sentir que nos toman el pelo con una demagogia tan simple como efectista y que nadie parece darse por aludido, está bien que Schröeder nos dé a todos un toque de atención al respecto, para aquellos que quieran entender... que esa es otra. 
