Detrás del botellón

Ricardo Aguilera publicó hace unos meses un libro titulado Generación botellón. En un artículo de El Mundo se publicaba un extracto de su contenido, bajo el título de "¿Qué hay detrás del botellón?", y decía algunas cosas interesantes que creo que aportan algo de luz acerca de la juventud y el tipo de sociedad que nos ha tocado vivir y/o padecer.

"(...) Hay quien se contenta con decir que estamos inmersos en una cultura del alcohol, o que los chicos están muy mal criados. Puede ser, pero probablemente hay más. Los estudiantes de hoy en día se eternizan en casa de sus padres, llegando a la treintena sin oportunidades laborales que les permitan emanciparse. Viven en un mundo de contratos basura en el que las casas suben de precio un 48% en tres años. La educación también juega un papel, solo que es el del malo: recortes presupuestarios, eliminación de becas, erradicación de la enseñanza humanista...

Así las cosas, buena parte de sus conocimientos provienen de los medios -la televisión, principalmente-, donde se confunden interesadamente los términos cultura y espectáculo, información y propaganda, para la mejor forja de legiones de hinchas, fans y otras mutaciones del ser humano en animal irracional.

Visto así, el botellón no es más que uno de los muchos síntomas de una sociedad enfermiza. Quizá la respuesta adecuada sea la ofrecida por el historiador y politólogo francés Emmanuel Todd: "Los jóvenes, en una sociedad rica, no protestan contra la miseria, sino contra el descubrimiento de su inutilidad. Nadie quiere nada de ellos". Por mucho menos, la gente se da a la bebida".

Pueden estar en lo cierto quienes hablan de lo malcriados que están los jóvenes y de la predominancia de la cultura del alcohol, y más en este país, pero sería un error limitar los condicionantes a un análisis tan superficial y obviar los determinantes factores aquí expuestos sabiamente por Ricardo Aguilera.

Otra cosa es los visos de cambio que pueda tener esta situación... Hay OT para rato.

Malos tiempos para manifiestos

Dice Juan Bonilla en El Cultural que "hay una diferencia esencial entre los manifiestos que produjeron los viejos vanguardistas y los manifiestos firmados por una cabalgata de intelectuales que vemos hoy en la prensa: aquellos pretendían cambiar el mundo, estaban escritos con la convicción unánime de que otra forma de vida era posible, y que incurrieran en algunos sabrosos disparates no los rescataba de ese afán primordial del que habían nacido. Los manifiestos actuales, sin embargo, parecen redactados desde la convicción de que no van a poder cambiar nada, alzan una voz de protesta, señalan el tamaño de una infamia, pero a la vez en sus exigencias yace camuflada la propia impotencia de quien sabe que el alcance de tales exigencias no pasa del plano simbólico."

Lo cierto es que a continuación pierde un poco el rumbo y acaba diciendo algunas incongruencias que no vienen a cuento, aunque también verdades irreprochables, pero su reflexión inicial vuelve a remover la cuestión siempre latente -y a menudo poco presente- del compromiso de la clase intelectual con su realidad histórica, ese compromiso que removió conciencias hasta sus cimientos en el pasado, y que hoy no pasa de ser más que una tenue, desorganizada y poco entusiasta llamada de atención.

Por si fuera poco, cada protesta tiene que abrirse paso a través del intrincado e inexorable pandemonium de los medios, los lobbies, y poderes de toda índole. Hay que reconocer que eso es hoy más complicado que nunca. ¿Quién quiere conciencia teniendo Hotel Glam?

De cañas

Según un sondeo encargado por Cerveceros de España, Raúl González es el personaje elegido por la mayoría de los madrileños para irse de cañas. Tras el jugador madridista, los personajes elegidos para tomar el aperitivo son Santiago Segura y Javier Sardá.

Ante tal demostración de pueblo con luces a uno se le cae el alma a los pies.

El punto de partida

Dice Ussía en ABC: "Las promesas y promesos de Trini o Trino son muchas y muchos. Más árboles y árbolas, jardines y jardinas, viviendas y viviendos, impuestos e impuestas y mejores y mejoras autobuses y autobusas".

Cada vez estoy más convencido de que los políticos de nuestro país se creen que el pueblo es estúpido, y como tal se comunican con él. Así no vamos a ninguna parte. Hacer de menos a quien ha de votarte es el peor punto de partida de todos. A mí al menos no me entusiasma que me represente una clase política que me toma el pelo desde el principio.

Por otro lado está la capacidad de reinvención de la memoria histórica más reciente, con la impunidad más asombrosa; las tergiversaciones escandalosas y la demagogia barata que forman parte del día a día de la campaña... ¿Qué le vamos a hacer? Otra cosa no hay. ¿De qué democracia estamos hablando, si todo se reduce a dos opciones en el fondo? En todas partes cuecen habas. En EEUU se elige entre republicanos y demócratas, aquí entre PP y PSOE (la derecha y los rojos, para el público superdotado). Esta bipolaridad es como los monopolios en el fondo, y cambiamos como mucho entre dos opciones malas conocidas. Estamos apañados... Y para corroborarlo, sólo hace falta echar un vistazo a las propuestas políticas que propugnan unos y otros en estas elecciones. Al PSOE le ha dado ahora por defender la seguridad ciudadana, y al PP por realojar a gitanos y defender, supuestamente, los derechos sociales y de las familias. Hace dos días se echaban los trastos a la cabeza los unos a los otros cuando defendían exactamente lo contrario. Hoy lo propugnan desde sus respectivos partidos. El mundo al revés. El mundo espejo. Una misma trampa con dos nombres.

En la campaña actual tenemos Prestige, Iraq, Castro y pancartas, y nadie habla de propuestas, ni de la profunda remodelación democrática necesaria. Sólo importa escupir al de al lado, con ese espíritu constructivo que siempre caracteriza a las campañas... y sonreir, sonreir mucho; coger en brazos a niños y niñas, jóvenes y jóvenas, arengar con chabacanos discursos futboleros, y a otra cosa, mariposa (o mariposo).